¿Para qué sirve la magia?











Últimamente, en las mañanas, recuerdo a Gandalf en las minas de Moria, en cuyo frontispicio, a modo de cerradura, en élfico arcaico, se veía una leyenda: “Di amigo y pasa”. Pocos conocen la palabra pues, desde el origen, se ha corrompido su sonido sagrado.
Cuando encuentre ese lugar donde pasar el resto de mis días, adornaré la entrada con dos piedras negras, grabadas con runas élficas en las que se pueda leer dicha leyenda. Rellenaré el bajo relieve de tritio, para que brillen por largas horas a la luz de la luna. Lo suficientemente oscuras para que asusten a los malvados, lo suficientemente brillantes para que alejen a los incautos. Y cuando un amigo me visite e invoque la palabra, sonriendo, diré: “pasa por tu propio pie y deja algo de la felicidad que traes”. Y prenderemos un fuego,  beberemos hidromiel y encenderemos las pipas con solaz. La noche será memorable. Largas serán las historias, no por muy contadas, con menos intensidad. Irán apareciendo los hechos, las heridas y la nostalgia, ¡ah la nostalgia! de ese tiempo incierto, apenas real, en que las flechas de rebeldes como nosotros sostenían el Reino. Y los ardientes leños susurrarán crepitando nuestro lugar en el mundo, pues aún el Misterio necesita de nuestras flechas, y de los hechos de rebeldes como nosotros para sostener el Mundo. Y así, ganaremos la convicción, esa descreída determinación de veterano, para la siguiente batalla.
Ciertamente, no se me ocurre nada mejor para lo que pueda servir la magia.


Rafael M. M. J.


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